Cuando alguien a quién quieres está cerca y está sufriendo te nace la idea de ayudarlo para que salga de ese estado. Lo haces creyendo que lo que necesita es tu ayuda. Necesita de una frase maravillosa o de un gesto encomiable o de una acción majestuosa para que esa persona salga de su sufrimiento tras tu movimiento. Incluso puede que lo que sientas que necesita es tu escucha o tu silencio. Y a veces, por qué, en ese instante estás en conexión con tu auténtico Ser -ese que está detrás de tu ego para esperar a salir a la luz-, consigues que la experiencia cambie. Se produce un crecimiento, una unidad entre tu y esa persona, de manera que la luz resplandece muy brillante y cálidamente.
Pero a veces no es así. Es tu ego el que toma el mando y no produces el cambio que esperabas. Puede incluso que te sientas mal por el movimiento que hiciste, que en ese instante parece erróneo.
Nada es erróneo, nada. Todo lo que ocurre tiene un sentido para el camino de cada una de nosotras, todo. Solo que no lo vemos.
Y si tienes duda de que es lo que debes hacer ante el sufrimiento de tu hermana, te diré que respetes su camino, y que te preocupes solo de estar en armonía contigo misma. Y si ahí nace alguna acción, desde la no necesidad de nada, desde la aceptación de la experiencia y del camino de cada uno de los personajes de la situación, hazlo. Sin duda, hazlo, pero siempre desde esta perspectiva.
