En cuanto leas esto, un pensamiento va a venir a tu mente. Cuando venga, no pienses que es tuyo, atiéndele, pon tu atención en él, y si necesitas dejar de leer esto, hazlo, después sigues, pero cuando venga ese pensamiento, para de leer y atiende a ese pensamiento.
Obsérvalo, pon toda tu atención en él. Obsérvalo sin miedo, no pongas miedo en él. Ya que es solo un pensamiento, no puede hacerte daño. Sobre todo, porque puedes dejar de pensar en él cuando quieras, y lo harás entonces un pensamiento ya pasado. Pero este no lo hagas del pasado aún.
Obsérvalo, pon toda tu atención en él. Obsérvalo sin miedo. Obsérvalo sin juicio. No pienses que es un pensamiento “bueno” o “malo”. Obsérvalo sin rechazarlo. Obsérvalo sin agrado, sin apego. Simplemente obsérvalo, solo obsérvalo.
Una vez hayas hecho esto, toma consciencia de que has desactivado el pensamiento, que lejos de que haya tomado el poder sobre ti, ha pasado “sin pena ni gloria”. Eso puedes hacerlo con todos los pensamientos que vienen a tu mente.
Pero además date cuenta, de que el daño no viene del pensamiento, sino del poder que tú le das. Siempre. Porque si observas sin juicio cada uno de los pensamientos que vienen, los desactivas. Por tanto, eres tú la que decides darle poder a dicho pensamiento. Y date cuenta que siempre puedes elegir no darle poder a ningún pensamiento, a ninguno.
Ahora observa todos los pensamientos, y elige aquellos por los que te vas a dejar llevar, es tu elección. Siempre puedes elegir.
La casa de Jave 