La vida tiene días en los que el cielo azul resplandece y días en los que no se ve ni una pizca de su color verdadero. Así es la vida. Así es. Eso es constatable fácilmente.
A veces el cielo está encapotado. A veces se ve gris porque las nubes se interponen entre el azul real del cielo y tus ojos. Te han enseñado a mirar con los ojos sobre lo que vemos, y en esos días todo lo ves gris. Y tu enfoque hace que incluyas negatividad y pesimismo al día que te toca vivir. El día parece más denso y se te hace todo un poco más pesado, más duro de llevar.
Eso te hace ver el día con menos claridad. Y si en algún momento necesitas tomar una decisión, puede que esa pesadumbre te haga incapaz de ver el movimiento que debes hacer con lucidez. Y eso no tiene nada que ver con el día que hace, sino con la mirada con la cual miras el día.
Que bueno sería que aprendieras a mirar más allá de las nubes. Ser consciente en ese día tan gris, que el cielo sigue siendo azul. Que las nubes igual que han llegado, se irán. Que el irreal tono gris del cielo es perecedero, es impermanente, tiene su tiempo contado, y no durará mucho. Porque detrás de las nubes siempre está el cielo azul resplandeciente, siempre vivo, siempre eterno, siempre abierto a que seas capaz de dejarte llevar, dejarte fluir, en este día gris en el que necesitas saber que el Amor siempre está ahí, esperando a que le permitas estar contigo, hoy también en este día gris.
