Decía Jesús que podía darte a beber de un agua de la cual no tuvieras sed nunca más. Debe ser una fuente de agua inagotable. Una fuente de agua a la cual tuvieras acceso permanentemente. De la que debe brotar agua siempre, sin descanso. Esa agua debe tener unas propiedades maravillosas, pero concretas: debe aportar paz, armonía, descanso, silencio, ilusión, asombro, inocencia, empatía, unión con la otra persona, …, y sobre todo Amor. Amor en sus múltiples variedades. Amor a uno mismo, infinito y eterno, Amor a los demás, incondicional y eterno también. Amor a la vida permitiéndole que se exprese como desee, y no como a ti te gustaría que se expresase. Amor, simplemente Amor, todo Amor.
Quiero ir a esa fuente de agua viva que me haga vivir todo esto. ¿Dónde estará esa fuente de agua viva?
Esa fuente está en tu interior, justo en ti. Solo tienes que mirar dentro. Para ello apaga un poco el ruido de fuera. No te focalices ahí fuera. Apaga el ruido mental que no para de adueñarse de ti. Entra en ti, céntrate en ti. Y ahí descubrirás como la paz, la armonía, el descanso, el silencio, la ilusión, el asombro, la inocencia, la empatía, la unidad con todos y todas, y sobre todo el Amor, brotan sin cesar. Solo parará cuando vuelvas a poner el foco en lo de fuera, y entonces, estarás a un instante de volver a poner el foco dentro de ti y conectar de nuevo con la fuente de agua viva con la cual no volverás a tener sed, nunca más.
