Cuida de dar espacio al otro para que se exprese con libertad, sobre todo con aquellos que ya conoces mucho o, mejor dicho, con aquellos que crees conocer mucho, porque en realidad no conoces a nadie a menos que conectes con su ser auténtico, con su alma, con su espíritu, y ahí siempre son luz, son amor. Pero no es lo habitual. Lo habitual es que cuando hables de cómo es alguien, expreses las características de sus patrones, de los seres que limitan su auténtico ser, su esencia.
A veces, crees que sabes tanto como es la otra persona, que decides antes del encuentro cómo se va a comportar, y ese movimiento interno en ti, hace que en cualquier momento veas los detalles de lo que tú esperas encontrar en esa persona. Y eso lo ata, lo aprisiona, lo encierra. Eso se llama proyección. Proyectas tu pensamiento sobre el actuar del otro.
Aprovecha ser consciente de esto y libera al otro de tu pensamiento. Toma la decisión de permitir que el otro se exprese como quiera y que pueda cambiar su manera de gestionas las cosas, y que te muestre un nuevo aspecto que no conocías. Elige abrirte al nuevo instante de una manera abierta sin expectativas, sin juicios, sin recuerdos. Simplemente porque te apetece vivir este nuevo instante desde la apertura, desde la inocencia, desde el amor.
