No siempre tienes experiencias gozosas y placenteras. A lo largo del día tienes momentos difíciles, momentos duros que te llevan a la desesperanza, al sentirte peor que el otro, a pensar que en realidad no vales tanto, o incluso que no mereces un trato amoroso y cálido por parte del otro. Es así, porque tu ego toma el mando ante algo que ha ocurrido y podrías haber elegido tomarlo de otra manera, pero que al aparecer tu mente pensante te volvió a poner por delante aquello que tanto te cuesta aceptar y abrazar para por fin, sanarlo y que ya no te domine más.
Pero mientras eso ocurre, ten una estrategia maravillosa de vuelta a ti misma, de vuelta a tu ser, a tu auténtico ser, ese ser que es amoroso, fuerte, capaz, merecedor, y llenito todo de paz. Lo mejor para la vuelta a ti misma es la vuelta al silencio. Ese silencio que eres, y como lo eres, es natural volver a él. No tienes más que centrarte en tu respiración.
Para llegar al silencio que eres, párate en cualquier instante en el cual no estés presente, en el cual estés sufrimiento por cualquier causa -cuida bien que digo sufrimiento, no dolor, porque el dolor ya sabes que es inevitable, pero el sufrimiento es opcional-, y deja de pensar, céntrate en tu respiración, céntrate en como entra y sale el aire, bloquea los pensamientos, dile que ahora es tu momento de paz, y deja que la respiración te vaya trayendo al aquí y al ahora. Eso no cambiará la experiencia que estás teniendo, pero si tu manera de verlo, la perspectiva mejorará y podrás vivirla desde otro sitio distinto, con un enfoque más acorde a lo que realmente eres.
Y esto es para siempre, siempre, siempre.
