Cada experiencia viene solo para ser vivida y observada desde el asombro, con los ojos de un niño.
Al juzgarla, la hacemos buena o mala, y en ese instante, nace el sufrimiento.
Y es en ese instante, cuando puedes parar el proceso, mirándote con cariño, tratándote con mucho cariño, como si fueses una niña pequeña que se empeña en juzgar todo, sin saber en realidad lo que viene después.
Así que lejos de sentirte mal por el juicio, sonríe, mírate y dite: “no sufras mi niña pequeña, mi niña valiente”.
Y poco a poco ve desactivando el sufrimiento.
