No podemos controlar la vida. La vida nos da mil vueltas a la hora de decidir que va a pasar. El que pretenda controlar la vida pronto se llevará muchas desilusiones.
Y es que no se trata de intentar controlarla, sino de fluir con ella. Se trata de dejarse llevar. Se trata de dejarse sorprender, con la inocencia de un niño, por la circunstancia que nos toca vivir en cada instante. Se trata de vivir en cada momento solo ese momento, y no ninguno más.
Y sobre todo se trata en todo momento de dar la mejor versión que puedas de ti misma. En cada instante, en cada circunstancia, en cada lugar. Dar lo mejor de ti. Con el mayor amor que seas capaz de sentir en cada experiencia. Tu solo ocúpate en eso. El resto déjaselo a la vida, que ella sabe por dónde llevarte. Eso sí, solo podrá hacerlo si tu te dejas llevar, si te dejas fluir. De lo contrario, te resistirás y entonces, retendrás energía, bajarás la vibración, y todo irá un poco peor, cada vez peor.
Si lo consigues, a menudo te nacerá un “gracias” desde tu corazón. Agradecer a la vida lo que nos pone por delante es ponerte en contacto con el Ser, con la Consciencia, con Dios, con ese Dios que está en tu interior.
