Imagina una luz brillante, eterna, infinita, una luz que todo lo ilumina. Una luz que se sale de lo manifestado y, que no se extingue nunca. Esa luz eres tú.
Esa luz nace en tu corazón. Por qué en él se instaló desde el mismo instante de tu nacimiento para que le dieras cobijo durante muchos años hasta descubrir que tú eres esa luz y que no tienes más remedio que aceptarla y darla al mundo.
Es tiempo de aceptar que la luz del mundo anida en ti. Es tiempo de asumir que es responsabilidad tuya el ser consciente de ello y, así, poder sacarlo para darlo al mundo. Ese mundo que ves ahí fuera y que necesita de tu luz, porque sin ella hay una parte que se está perdiendo y es necesaria. Puede que tu luz sea una sonrisa, un abrazo, un gesto, una frase, una caricia, un … sea lo que sea el mundo la merece y tu mereces sacarla, porque te hará resplandecer mucho más de lo que lo haces ya.
Libérate y da tu luz al mundo.
